La noche cuando el Diablo visitó León

La leyenda de la noche en la que el Diablo visitó León

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Se trataba del Diablo y no es cosa de juego. Cuenta la leyenda, que hace más de cuatro décadas, un misterioso hombre, elegante y bien vestido, se apareció durante el velorio del “Brujo de San Pancho”. Los presentes en la ceremonia fúnebre dijeron que se trataba de “El Catrín”, pero era alguien mucho más lúgubre.

En la esquina que forman las calles Cuauhtémoc y 20 de enero, justo en el centro de la ciudad de León, se originó este relato. Ahí había una funeraria y una noche cualquiera, en la que el frío calaba los huesos, 20 personas velaban el cuerpo de su familiar, pero no se trataba de un leonés más. Era el brujo más famoso de San Pancho.

Dicen quienes estuvieron ahí, como las hijas de doña Valeria Rea, que pasaron cosas muy raras. Mientras le lloraban y rezaban al Brujo, una de las niñas le contó a su mamá que presenció un tremendo choque automovilístico frente a la funeraria y a la vez, los deudos salieron despavoridos de aquel inmueble mientras gritaban: “¡se llevaron el cuerpo, se llevaron el cuerpo!”.

El Diablo se viste de traje

De pronto, una ráfaga de viento se coló por aquel negocio de muerte, una densa y escalofriante penumbra envolvió el lugar. Nada se veía y los presentes pedían encender las veladoras de inmediato. Cuando se encendieron los pabilos, de la nada, junto al ataúd estaba de pie un hombre vestido de negro, quien abrió el féretro de madera, sacó el cuerpo y simplemente se esfumaron.

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Todos corrieron despavoridos. El tumulto fue a dar a la calle, pero en su camino, por el susto, tiraron las veladoras y cirios. Las que parecían unas llamas inofensivas se convirtieron en olas de fuego. Las flamas se propagaron por doquier y consumieron gran parte del negocio, pero los dueños ya no quisieron regresar.

Sin embargo, al amanecer, los familiares del Brujo regresaron para buscar el cuerpo de su familiar, pero no encontrar algo, ni una pista del cadáver. Por eso dicen que el Diablo se lo llevó.

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Nada volvió a ser igual. Las personas que pasaban por enfrente de aquel lugar se persignaba, encendían veladoras y rezaban por todo lo que ocurrió aquella noche. Sin embargo, a la media noche a lo largo de las calles se escuchaba el eco de animales hambrientos y otros quejidos de ultratumba que, afirman los más ancianos, se trata de los suspiros del Diablo.